veo doble
Exposición individual en Galería Armada
Octubre 2013 / Vicuña Mackenna 127 depto. 104 / santiago / chile
Santiago, Chile
Instalación de una serie de ejercicios efectuados a partir del análisis realizado a la caja de vino tinto Santa Helena y su etiqueta que retrata una casa patronal del campo chileno. Las piezas que conformaban dicha instalación son un cúmulo de ciento cincuenta cajas tetrapack recolectadas, limpiadas y posteriormente pintadas en látex aludiendo a la pintura utilizada para cubrir fachadas. En base a la imagen de casa patronal de la caja de vino se realizan tres impresiones digitales planas de un metro por uno, una fuente en miniatura de cartón realizada en corte láser, y un naipe español donde la fuente, el barril, una rueda de carretilla y un ánfora conformarán los palos de la baraja.
REPORTAJE EN VISIONER TV:
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De haciendas
y desechos
La serie de ejercicios de “veo doble” ensayan la descomposición formal de un objeto a partir de la repetición y transformación de sus elementos constitutivos, haciendo estallar la unidad original para dar lugar a superficies y objetos nuevos.
La borrachera, en la peor de sus versiones, la del vino en caja, es el operador que da el pie inicial a la formulación del trabajo, instancia en la que los dobles comienzan a aparecer comenzando por el contexto inmediato en el que solemos encontrar a la caja de vino en el paisaje urbano. Como el primero de los desplazamientos, la ruma alude a la situación de plazas y parques durante las mañanas de cualquier fin de semana, en los que la caja de vino asume el estatuto de desperdicio. La caja de vino “contagia” a todas las versiones posibles del envase plástico, constituyendo un cuerpo en el que la basura es homogeneizada por los colores asociados a lo marginal al interior de la marginalidad misma del desecho.
La caja-desperdicio nos inicia en la sucesión de las “paramnesias”, falsos reconocimientos, sensaciones de lo ya visto, que en palabras de Bergson actúan al modo de un recuerdo del presente, en el que se revive por unos instantes el detalle de un momento pasado. Enfrentado a esa experiencia, el sujeto se extraña de sí mismo frente a la repetición desplazada de lo familiar, quedando a las puertas de la inquietante extrañeza -lo ominoso freudiano, amenazado por el desdoblamiento del yo consistente en asistir como espectador a la vivencia propia.
El elemento evacuado en el gesto de sanitización formal de las cajas-desperdicio, vale decir, la ilustración de la hacienda colonial, retorna transpuesta en la triple forma de los cuadros, el juego de naipes y la maqueta de la fuente. Figura emblemática de la dominación colonialista y de la explotación campesina, la hacienda es a la vez metáfora y realidad vigente de la concentración del poder económico en Chile. La hacienda es el paisaje tradicional de un poder que necesita de los símbolos y las puestas en escena para representarse a sí misma, ocultando en la opulencia de casonas y fuentes, la cara sangrienta del abuso y la miseria que son su doble velado.
A través del juego de referencias y desplazamientos cruzados, “veo doble” enuncia críticamente el juego del “otro yo” en lo social. Lejos de reducirse a las oposiciones simples del tipo original/copia o realidad/ilusión, el doble siempre cumple otra función que la de la mera reproducción. Si hay doble, y ese doble es asumido como propio, ello termina disponiéndose como la asunción de una imagen allí donde nos confrontamos con una falta, en un interminable juego de reflejos y resonancias que no es sino el eco de la fisura original que moviliza todo el proceso. Así, el ícono de la caja de vino marginal asume como imagen propia el más añejo de los emblemas de la aristocracia. El gesto subversivo de “veo doble” no sólo muestra esta condición paradójica de la caja de vino, que a pesar de su imagen de abolengo no puede dejar de aludir al desecho y lo marginal; al mismo tiempo descubre en la borrachera rural el doble necesario de la oligarquía hacendada.
Danilo Sanhueza, agosto 2013.