CLAUDIA LEE GUERRERO DESDE  1981 
 CLAUDIA LEE MARASCA DESDE 1991 
       
   
  



 CLAUDIA LEE GUERRERO DESDE 1981 
 CLAUDIA LEE MARASCA DESDE 1991 

El sueño
de Don Bosco 


Exposición colectiva Contiguo Galería Metropolitana
Octubre 2015 / Félix Mendelssohn 2941 / Pedro Aguirre Cerda / Santiago / Chile


Ruma de dimensiones variables, compuesta por una primera capa interior de papel triturado, y una segunda capa superior que va alternando distintos objetos, tales cómo: ochocientas cajas tetrapack de vino Santa Helena y leche Colun y Surlat, trecientas botellas pet de bebidas gaseosas y de agua mineral nteriormente en un vertedero y luego aseadas. Todos estos objetos se encuentran pintados con óleo opaco y brillante, cuyos colores o claves cromáticas,  celeste, burdeo y crema se extraen de la caja de vino Santa Helena, del agua mineral Vital y de la caja de leche descremada Colun y Surlat.

En esta misma ruma además encontramos treintaitrés formas cónicas de excremento de conejo silvestre recolectado en diversos descampados de la V región costa entre el 2013 y el 2015, aglutinadas con cola de caseína hecha de leche de vinagre, y realizadas a través de embudos con distintas dimensiones usados para moldear la mezcla de caseína y excremento de conejo. Cincuenta volúmenes modelados en base a la fuente presente el etiqueta de vino Santa Helena, reproducida en una mezcla de yeso y plumavit, cuya materialidad simula trozos de cemento liviano encontrado en el Hospital Ochagavía, PAC 2013. Cinco mil impresos en off set de un papel con un dibujo hecho a mano con un texto que indica “¿Que sueño tuvo Don Bosco? Que le iban a parecer un grupo de chiquillas y se iban a transformar”, encontrado en la Calle Félix Mendelssohn, PAC 2012.

https://issuu.com/claudialeem/docs/contiguoimpresoprueba
Texto de Paz Lopez:

Toda novedad es olvido/diferimiento/alteración

* La muestra Contiguo se anuncia como un proyecto de las artistas visuales Claudia Lee y Francisca Montes sobre un territorio específico: el Parque André Jarlan de la comuna Pedro Aguirre Cerda, parque que recibe su nombre en homenaje al sacerdote francés arribado a Chile en 1983 y tristemente asesinado un año después por una bala que carabineros lanza al aire en medio de un allanamiento a la población La Victoria. La bala atraviesa la pared de madera de la casa parroquial e impacta directamente en el cuello de Jarlan. El sacerdote muere con la biblia entre las manos.
Ninguna de las dos obras que componen Contiguo aluden a esta gélida escena gore, y no lo hacen porque tanto Montes como Lee optan por ingresar a ese territorio desde una particular extranjería. Fue Barthes quien reconoció en la mirada del extranjero la posibilidad de una particular revolución de los signos, una protección deliciosa frente a los tópicos de nuestra cultura paterna, un temblor o una sacudida. Como extranjeras y no como turistas, entonces, se enfrentan las artistas a este territorio que ha sido también la cifra de la gran pesadilla de Chile.
*
Contiguo no es un nombre que busca reconciliar alternativas artísticas singulares sino que procede manteniendo el productivo abismo que existe entre las pasiones formales y visuales de Montes y Lee. Si tuviéramos que reconocer un principio de vecindad, este estaría del lado de un trabajo sobre la mirada que implica una lectura del territorio asociada a lo aéreo y lo terrestre respectivamente.
Claudia Lee recorre la ciudad como si tuviera el tamaño de un pequeño animalito, atenta a las rumas de objetos que el tiempo, la desidia o el propio ciclo de la naturaleza acumulan sobre las superficies que examina. Son objetos a primera vista mudos, austeros, insignificantes, que la sola mención de la palabra arte o política bastaría para ruborizarlos. Cajas de vino y leche, botellas de agua mineral, cacas de conejo, papeles que un caminante descuidado perdió o dejó caer de sus manos. Sin embargo, la cualidad cromática y el paciente trabajo que Lee opera sobre esos objetos, añaden a la ruma que conforma esta muestra un suplemento de afecto que genera la ilusión de tratarse de piezas únicas: objetos comunes que hablan en clave íntima, objetos pedestres manipulados con extrema delicadeza.
Así, en el colmo del estereotipo –la hacienda colonial de la caja de vino, el vaso de la caja de leche, la Cordillera de los Andes de la botella de agua que la artista encuadra y exhibe – y la serie -la caca de conejo depurada de malezas y vuelta a amontonar en la ruma, la reproducción en serie de un papel encontrado al azar, los moldes de una fuente de agua construidos en yeso- Lee satura de signos al espectador, pero lo hace resistiendo la iconocidad y el carácter de logotipo que portan. Lo que resulta es una compleja máquina memorativa, como si el trabajo del arte fuese ante todo una operación de transposición de las formas de un registro a otro, la elaboración de un material preexistente.
En El sueño de don Bosco -el título de la obra ya alude al carácter de jeroglífico que porta- los objetos son sometidos a una doble operación: sustitución y analogía. Objetos entonces recíprocos, conversos, correspondientes entre sí. La ruma funciona como una cadena simbólica –sin principio ni fin- que permite pasar de una imagen a otra por vía de la semejanza, volviendo visible el rasgo de actualidad y anacronismo, de originalidad y remisión que porta de modo simultáneo todo objeto de la cultura. ¿Cómo producir una diferencia donde lo que existiría es subordinación y parasitismo de las formas?  El trabajo de Claudia Lee nos confronta con la dimensión política que atraviesa todo acto de la memoria. En ella coexisten una economía de la acumulación y la variación, y en el choque de ambas se despereza su chispa vital.
* Francisca Montes ensaya en Halo 5 una variación de lo que ha venido explorando en sus últimos trabajos: la mirada áerea del territorio como método privilegiado de conocimiento. Con un dron, una cámara de video y los artilugios lumínicos que simulan una pista de aterrizaje, Montes se adentra en el Parque André Jarlan y lo que nos trae de vuelta es una registro en tres pantallas de ese sobrevuelo. Un viaje de exploración del mundo cotidiano que se vuelve así singularmente extraño. Shklovski decía que la tarea del arte consiste en “darnos una sensibilidad para el objeto, una sensibilidad que es ver, y no un mero reconocer”. Si la imagen área desestabilizó el marco rectangular de la pintura que organizaba una mirada vertical y horizontal, lo que nos ofrece entonces es una realidad sin punto fijo, sin punto de mira, sin horizonte ni perspectiva. Así son las imágenes de Montes, desconcertantes y rotas, capaces de someter los espacios supuestamente conocidos a un extrañamiento que exige al espectador un trabajo de analogía, de búsqueda de semejanzas entre las formas, que siempre llega con retardo. Imágenes en suspenso, que no describen mundos imaginarios ni utópicos –en ningún lugar, en ninguna parte- sino lo siempre igual como si fuera un espacio que se pisa por primera vez.
Mediante la mirada área –que excede en potencia a todo lo que puede un ojo- el mundo puede ser objeto de otro tipo de conocimiento, allí donde las imágenes ya no refieren solamente a una realidad preexistente sino a reglas que se originan a partir del propio montaje de ellas. Porque para Montes el mundo parece ser él mismo un laboratorio experimental, donde los acontecimientos o territorios más sobrecodificados o más rígidamente encuadrados estallan y entonces nos invita a “realizar con calma viajes de aventuras entre sus escombros” ahora desperdigados en múltiples imágenes.
* En Contiguo, tanto la mirada a ras de tierra como la visión área exploran un territorio para abrir allí un espacio de experiencia que, a diferencia de la mirada del turista -que consume signos ya cifrados- tiene la forma de un viaje hacia una cercanía desconocida.

PÁZ LOPEZ





Texto de María Francisca Montes:

Me siento pequeña porque me aplasta la vida y los hombres entre los que  nací. Quiero infinidad porque me  ahoga lo finito. En estos sublimes delirios mi alma se arranca de su esfera, y cuando vuelve a ella ¡qué tortura, qué ansía de libertad! Cuando en mis largas noches de ausencia mundana medito y converso con el Ser Supremo, siento que me crecen alas y que mis ojos se agrandan para mirar la pequeñez del orbe. ¿Cómo mi cerebro miserable, como gusano invisible, ha podido imaginar poseerlo todo,  desafiando a la sublime grandeza,  que él no podía comprenderla porque no puede concebir un pigmeo a un titán?

Teresa Wilms Montt,
Diarios Íntimos.


Contiguo
dos modos de aproximación visual en torno a un relato común.

Las obras que conforman Contiguo surgen como resultado del análisis de campo en torno al parque André Jarland ubicado en la comuna de Pedro Aguirre Cerda. Ambas obras revelan, a través de su propio lenguaje, un lugar que es al mismo tiempo relato de una historia que se resiste a desaparecer. Parque, cantera, vertedero; metamorfosis y coerciones, a veces frustradas, que dibujan y des-dibujan los límites de su presencia.

Sin ánimos de comparar en lo más mínimo ambos resultados, puedo percibir dos caminos cruzados y recorridos por la historia de la mirada y la percepción. Mientras Halo 5 dialoga con la mirada desde la distancia, la razón y el intelecto, El sueño de Don Bosco se concentra en la inmanencia presente en el centro de las cosas, los objetos; la materia. De esta manera se completan la una a la otra, transcriben en su dialogo un problema que las trasciende y que se relaciona con dos maneras de vincularnos con el mundo, y al mismo tiempo constituye nuestra experiencia sensible. En el primero nuestros ojos se agrandan, para mirar desde la distancia aparente la pequeñez del orbe, a través de la observación de las apariencias exteriores y en el segundo aprehendemos la unidad oculta de la materia a través del tacto, inmerso en sus cualidades orgánicas.

De los conceptos al objeto, de la luz a los residuos.

Halo 5, todo inteligencia, condensa en su recorrido un tipo de visión, la manera en cómo me aproximo a las cosas; las examina desde lejos, desconfiada y severa, cartografiando su existencia, su profundidad, textura y margen. Es quien observa y compara sus fuerzas con las del otro, no llega a tocar, jamás se sumerge ¿Cómo podría ser capaz de distinguir sus formas si estuviera hundida hasta el cuello en ellas? Por tanto se retrae, como un pájaro de plata; quién se convierte en sus ojos y en su memoria, gracias a él enfoca, encuadra y examina los relieves y particularidades de un relato.

La línea; elemento primario del dibujo después del punto, proyectada con luz perfila un círculo, este se hace visible gracias a la distancia aérea. Su vuelo comienza en el ocaso, a medida que la luz del día se desvanece se nos presenta una demarcación dibujada de manera artificial, este gesto conmemora el relato de una tragedia, un hito de muerte que es frágil e inmaterial. Es el círculo un símbolo primigenio, es la forma que contiene todas las formas, es símbolo del cielo reflejado en la tierra, es la manifestación arquetípica del sol. En Halo 5 , observamos un reflejo lumínico del sol que proyecta su luz invertida, su forma surge desde abajo hacia arriba produciendo una imagen insólita, llegado a ese punto, casi hace suya la frase que Goya esconde bajo uno de sus dibujos: El sueño de la Razón produce monstruos.

El sueño de Don Bosco, nos enfrenta a la presencia de la humanidad en los vestigios precarios de sus desechos. Claudia Lee colecciona objetos poco perdurables, impuros, en los cuales se intuye la acción humana de adquirir, consumir y desechar. Dispuestos de tal manera que todos ellos forman una cumbre de diversas opacidades, en la cual destacan los colores rojo, amarillo y celeste.
Algo hay de devoto en el gesto de seleccionar y trabajar cada pieza como si de una piedra valiosa se tratara, apartando de ellas las impurezas que ponen en peligro su transparencia simbólica; las limpia, despeja y cubre fragmentos de su iconología para subrayar sólo un elemento, la cordillera, la fuente patronal o el vaso de leche.

Su mediocridad estética ha sido desplazada, su condición de desecho sublimada cual imagen votiva por medio del modelado, la presencia humana se torna difusa  y es ahí que radica su singularidad epistemológica. Se ha borrado el paso el tiempo, su insignificancia contractual con lo humano, muestran en un giro poético una fracción de nuestra historia, soñados durante el espacio de la acción que les dio existencia; Lee le otorga una pesadez casi religiosa a estos despojos, intuye en ellos la parte oscura de una narrativa nacional. 

Si bien es cierto que en nuestra pequeña complexión pigmea es imposible concebir titanes, podemos reflexionar en torno a la naturaleza de nuestra propia mirada, sus rupturas, fusiones y presiones prefiguran una cualidad escindida, que es al mismo tiempo óptica y háptica. Gracias a ella poseemos la aptitud dual de tomar distancia, desplegar alas con el propósito de hacernos con una mirada racional, altiva, paterna. Sin embargo y a fuerza de nuestra constitución táctil, nos precipitamos hacia un universo en el que hemos sido, piedra, sedimento o lava. Para poder aprehender es también necesario ver con las manos.

María Jesus Montes



  “Y en la sala, el piano hacía pasar los países distintos por su atención soñera, y se imaginaba que la educación de esas señoritas debía hacer sus almas más hermosas y apetecibles para el deseo del novio, y su cabeza pesaba como si el cráneo se le hubiera transmutado en un casco de huesos de plomo.” P. 282. Roberto Arlt. “Los siete locos.” Del 1929. Primera edición E. Eneida 2015. Editorial Eneida. - “El inexorable paso del tiempo se evidencia por todos los rincones para hundir cualquier expectativa consagratoria. Si algo emerge son un conjunto de indagaciones e intereses: el estatuto de la copia, el doble y el lenguaje; las iconografías populares como un inconsciente colectivo; la recolección como poética y el desecho como objeto de investigación; el juego como ética, estética y metodología de análisis.” Plano trasero del fanzine publicado e impreso para la exposición “Casi, casi me quisiste. Contramemorias de Claudia Lee”. Claudio Guerrero. “Casi una retrospectiva. Casi un juego.” Del 2021. -


“Y en la sala, el piano hacía pasar los países distintos por su atención soñera, y se imaginaba que la educación de esas señoritas debía hacer sus almas más hermosas y apetecibles para el deseo del novio, y su cabeza pesaba como si el cráneo se le hubiera transmutado en un casco de huesos de plomo.” P. 282. Roberto Arlt. “Los siete locos.” Del 1929. Primera edición E. Eneida 2015. Editorial Eneida. - “El inexorable paso del tiempo se evidencia por todos los rincones para hundir cualquier expectativa consagratoria. Si algo emerge son un conjunto de indagaciones e intereses: el estatuto de la copia, el doble y el lenguaje; las iconografías populares como un inconsciente colectivo; la recolección como poética y el desecho como objeto de investigación; el juego como ética, estética y metodología de análisis.” Plano trasero del fanzine publicado e impreso para la exposición “Casi, casi me quisiste. Contramemorias de Claudia Lee”. Claudio Guerrero. “Casi una retrospectiva. Casi un juego.” Del 2021. -